jueves, 2 de agosto de 2012

El golf y los juegos olímpicos




A partir de Río 2016 el golf volverá a formar parte de los J.J.O.O. La competencia sería en formato de 72 hoyos medal play y habrá en juego dos medallas doradas, una para damas y otra para caballeros. Inicialmente está previsto que sean 60 hombres y 60 mujeres los que integren la nómina de golfistas que defenderán a sus respectivos países en los Juegos.

Gil Hanse arquitecto estadounidense con una gran experiencia será el encargado del diseño del campo que albergará la competición en Rio 2016,  toda una sorpresa si tenemos en cuenta que entre los candidatos se encontraban nombres como Jack Nicklaus, Annika Sorenstam, Lorena Ochoa, Greg Norman, Gary Player o Robert Trent Jones II.

El golf ha estado en el programa olímpico en dos ocasiones: en 1900 y 1904. En los Juegos de 1900 en París, dos eventos se realizaron: uno para hombres y otro para mujeres. Los estadounidenses Margaret Ives Abbott y Carlos Eduardo Arenas fueron los primeros campeones olímpicos en los dos eventos. En el año 1904 en St. Louis, el evento de mujeres fue reemplazado por una prueba por equipos. En la categoría individuales, el oro fue para el canadiense George Seymour Lyon, mientras que en equipos el primer lugar fue para los locales.

Para completar el panorama olímpico, del libro LÍDERES DEL DEPORTE, LÍDERES DE LA VIDA de Juan Pablo Sagarna transcribo una parte del texto en la que habla Cachito Vigil, ex entrenador de Las Leonas, quienes participan en London 2012 y cuya capitana Luciana Aymar fue la abanderada de la delegación argentina en estos juegos: 

(Cuando asumí…) “encontré una selección con cimientos, en la que se notaba que había existido un trabajo serio, con mucha responsabilidad, con gran capacidad para aprovechar los recursos disponibles, con disciplina de entrenamiento y, sobre todo, con un gran futuro”, define Vigil.

Por lo pronto, la situación táctico-técnica estaba en un estadio acorde con sus posibilidades de ese momento, aunque se vislumbraba una importante ventana de mejora. La calidad de las jugadoras era evidente y las chances para encarar un entrenamiento especial que permitiera pegar un salto eran absolutas.

Durante la primera semana de trabajo, el grupo se mostró muy disciplinado, capaz de responder a cualquier orden de su cuerpo técnico y no ahorraba esfuerzos a la hora de dejar todo en la práctica. Este panorama, que hubiera resultado placentero para la mayoría de los técnicos del mundo de cualquier disciplina deportiva, hizo un poco de ruido en la cabeza de Cachito. Había predisposición, había profesionalismo, pero algo faltaba. “Todavía no amaban el entrenamiento”. Ésta fue, entonces, una de las principales consignas de trabajo para incorporar en la mentalidad de la selección femenina de hockey sobre césped. Así lo cuenta el propio Vigil:

            “Era una cosa que yo noté desde siempre, desde muy chico: hay que cumplir con el entrenamiento, no faltar, hacer todo lo que el técnico dice, eran las condiciones necesarias en los integrantes de un equipo deportivo para no perderse la fiesta, que era el partido. Por eso me pareció tan importante operar un cambio, porque la vida más intensa, profunda y transformadora se da en el entrenamiento. El partido se juega solamente una vez por semana, en el caso de los clubes, o cada dos o tres meses, si se trata de un torneo o una serie internacional. Entrenar, en cambio, es algo que se hace todos los días. Esto se aplica a todos los ámbitos de la vida. Si una persona que trabaja en una oficina no aprende a amar eso que hace, entonces sus días tendrán una parte fea larguísima, de ocho o diez horas de duración, que deberá atravesar para comenzar a vivir a la salida. Mi sueño, entonces, fue que las chicas fueran felices, que disfrutaran del proceso de entrenamiento, que pasaran las tres horas que solían durar nuestras jornadas sin mirar el reloj. Las selección que empezábamos a conducir estaba muy bien, pero ni bien pasaba un minuto del horario establecido, todas se señalaban discretamente la muñeca con un dedo, como advirtiendo que ya nada teníamos que seguir haciendo ahí.”

Para Vigil, el día en que se hiciera el clic necesario para convertir las horas de entrenamiento en horas de disfrute, nuestras seleccionadas iban a estar listas para romper cualquier límite que se propongan, para alcanzar sus máximos niveles de crecimiento, para aprovechar al extremo todas sus posibilidades. Ganar y perder, numéricamente hablando, eran dos conceptos que empezaban a volverse relativos. “Cuando una persona o grupo es feliz con lo que hace de manera cotidiana, los resultados empiezan a quedar en un segundo plano, porque pasan a ser sólo la consecuencia. Paradójicamente, como el foco está puesto en el disfrute que provoca el aprendizaje y la posibilidad de romper todos los días los propios límites, los técnicos, los tácticos, los físicos y también los mentales, los emocionales y los afectivos, la consecuencia de estas acciones y del sentido que las sustenta es que los resultados numéricos inexorablemente comienzan a ser positivos”, destaca el entrenador, que retomaba en un nuevo equipo su viejo sueño, el de unas chicas que, jugando al hockey, llegaran a ser felices y campeonas.

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